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LOS NIÑOS NECESITAN TIEMPO LIBRE PARA JUGAR

Llega el verano y con las vacaciones escolares los parques, las piscinas y las casas se llenan del griterío de los niños, ávidos de juego y aventuras con los que disfrutar de los largos días de estío.

Pero esta estampa, casi nostálgica, de las pandillas de niños que acudían a las piscinas públicas a pasar la tarde, de los juegos de pelota sin normas, de las calles de los pueblos y las urbanizaciones repletos de niños corriendo de un lado a otro o aprendiendo a montar en bici, parece que poco a poco va desapareciendo de nuestras retinas.

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De hecho, según un estudio de Peter Gray en el American Journal of Play, el tiempo libre de los niños ha ido disminuyendo de manera constante desde la década de 1950. Y los niños están diseñados para jugar. De hecho, la disminución del tiempo libre en los niños está provocando un alarmante incremento de los índices de ansiedad y depresión infantil y juvenil.

En la investigación, llevada a cabo entre 1981 y 1997, los niños experimentaron una disminución del 25% en el tiempo de juego. En contraposición, el tiempo dedicado a las tareas ha aumentado un 145% y el tiempo dedicado a hacer la compra con los padres, un 168%.

Precisamente el juego al aire libre es el gran perjudicado. Conforme los niños van abandonando el estado de bebés los padres comienzan a entrar en la vorágine de las actividades extraescolares y la competitividad escolar. Cursos de lengua extranjera, aprendizaje de instrumentos musicales, actividades deportivas,… todo para descubrir el talento oculto de los hijos y no ser menos que el resto de niños inscritos en esta gymcana de prisas y agobios.

Y en toda esta vorágine, el gran perjudicado acaba resultando el juego libre. El que tenían los niños a la hora de comer y en las largas tardes de bocadillo. El que disfrutaban cuando los veranos duraban tres meses y los rasguños eran motivo de orgullo y no una visita al hospital. El que estaba salpicado con algún “me aburro” preludio de una idea realmente ingeniosa que revolucionaba el juego.

Por lo tanto, ante las vacaciones, no olvidemos llevarnos como el protector solar, tiempo para que los niños jueguen. En libertad. Al aire libre. En espacios abiertos: en la playa, en la montaña, en el pueblo, en la ciudad. Pero que jueguen, que inventen, que creen, que sean niños.